Memorias de la Escuela

febrero 16, 2008

Trece Testimonios y un siglo.

Debemos agradecer a la Asociación Cultural de “Amigos del Mezquín” la iniciativa que tuvo al organizar la exposición de la “Escuela de Belmonte” en el verano del 2003, ya que reavivó una serie de recuerdos y vivencias que a lo largo de los números de esta revista hemos pretendido explorar y recuperar.

Para este número hemos entrevistado a una serie de belmontinos y belmontinas que conocieron la tristemente desaparecida escuela de nuestro pueblo en diversas épocas de nuestra historia. En los años 20 se sentaban en los pupitres Trinidad Bayod, Pilar Bayod Girald y Tremedal. En los años 30 escribían en la pizarra José Miguel Castellnou y Miguel Guimerá. En los años 50-60 abrían sus libros Conchita Martín Celma y Antonio Mompel Zabala. En los años 60-70 aprendían a leer Ana Mari Pérez Vidal, Gloria Ana Cros Martín, . En los años 80 Sara Bosque Boix, Daniel Guardiola Ruíz y Javier Angosto Martín serían algunos de los últimos alumnos que la habitación de encima del bar vería entre sus paredes. Es curioso cómo la memoria de estas personas está ligada a la historia de nuestro país, al desarrollo educativo del siglo XX y a los diferentes tipos de vida que el entorno rural de Belmonte proporcionó a cada una de estas familias en sus diferentes épocas. Pero lo más curioso es que podemos descubrir con cierta tristeza que nuestro sistema educativo no ha sufrido grandes cambios; ni a niveles técnico-pedagógicos, ni en cuanto al funcionamiento organizativo de las aulas.

En los años 20 Belmonte contaba con una escuela situada en lo que hoy es el bar y el hostal. Era lo que se denomina una escuela unitaria. Y desde luego, no era una escuela mixta: las niñas estaban donde hoy se encuentra el hostal, y los niños abajo (en el bar). Por estas fechas se vivía la época de la Restauración (1874-1923), en la que se impulsó una nueva constitución y una monarquía constitucional que supo conjugar el sufragio universal, la declaración de los derechos y la tolerancia religiosa. Pero en política escolar no se dio ningún consenso y la Constitución de 1876 en su artículo 11, reconoció la religión católica como la oficial del Estado, aunque a su vez también proclamó la libertad de cultos y de conciencia. Los sectores políticos no volvieron a centrarse en los temas educativos hasta la crisis interna que sufrió el país al perder las colonias de Asia y América a finales del siglo XIX: la frase de “salvar a España por la escuela”. Esto dio lugar al consenso entre progresistas y liberales, además de la labor intelectual promovida por los miembros de la conocida generación del 98 (Unamuno, Azorín, Pío Baroja…). En esta época el salario de los maestros pasó a pagarse por el tesoro público, ya que anteriormente lo pagaban los ayuntamientos y era bastante deficiente. A pesar de las reformas pretendidas no crearon ninguna política coherente porque los Gobiernos en esta época duraban como mucho cinco meses. El 13 de octubre de 1923 el general Primo de Rivera encabezó un golpe militar que puso fin a la Restauración, y será en 1931 tras el triunfo de los partidos republicanos y socialistas en las elecciones municipales del 14 de abril cuando se proclame la Segunda República (1931-1936). En la Segunda República se reguló el bilingüismo y se permitió que en las escuelas primarias se enseñara en la lengua materna, aunque fuera diferente a la del castellano. De todos modos en la escuela de Belmonte como siempre hubo maestros de otras zonas no catalano – parlantes siempre se impartieron las clases en castellano.

Tras esta breve contextualización histórico-política volvemos a los alumnos de Belmonte que por esas fechas estaban en la escuela. Será en este contexto político-social en el que Trinidad Bayod, Tremedal, Pilar Bayod, José de Miguel Castellnou y Miguel Guimerá vivieron su época escolar. Parece que en nuestro pueblo este tipo de confusiones políticas no afectaban a la cotidianidad de sus habitantes. Los niños y niñas entraban en la escuela con seis años y salían con 14. Pilar Bayod nos explicó que – Yo entré a los 4 años en la escuela, pero pagando porque hasta los 6 no era gratis. Teníamos que darle una peseta al mes a la maestra para el parvulario.– La clase se componía de un mobiliario muy simple; una tarima con un sillón y la mesa de la maestra. Las niñas se sentaban en unos bancos grandes de cuatro asientos con cajones para guardar las cosas. Todos recuerdan con poco entusiasmo la obligación de escribir con esos complicados tinteros y plumas que solían dejar rastro por todos los papeles, dedos y ropa que se le acercaran, pero también recuerdan que eran ellas las que tenían que preparar la tinta – Hacíamos la tinta en un puchero de tierra con la medida que marcaba, echábamos los polvos, agua y removíamos con un palo, con esa tinta se escribía muy mal.- De estas palabras de Pilar Bayod podemos comprender todos los estudiantes del siglo XXI la comodidad que supone poseer un bolígrafo o un ordenador para trabajar en clase.

Trinidad Bayod recuerda que al menos había 40 niñas en su clase – Pero ya no vive nadie de mi edad. Algunas de mis compañeras eran Celeste, Encarna, Victoria, Pura, Carmen, Manuela….-. Nos explicó que el horario escolar duraba de 9-13 y de 15-17, los días festivos eran los jueves por la tarde y los domingos, así que ¡los sábados tenían clases! Por las tardes solían realizar labores; tapetes, juegos de cama, pañitos, bordar todo tipo de prendas y por las mañanas tenían lecciones de matemáticas los martes, gramática los lunes, los viernes urbanidad, el sábado catecismo, geometría… Una de las cosas que más recuerdan del colegio es todo lo que aprendieron a coser y los rezos. En cambio los hombres no recuerdan haber rezado en la escuela…

José Miguel Castellnou recuerda algunos de los compañeros que compartieron el aula con él- Raimundo Boix, Adolfo Galve, Lauro Esteban, José Figerola, Eladio Belvis, Pascual Ciprés… Los niños tenían las clases en lo que hoy conocemos como el bar, pero los arcos estaban tapados con un tabique. Su profesor se llamaba Federico Minguez y vivía en el palio porque se había casado con una mujer de Belmonte. En cambio la maestra de las niñas se llamaba en voz de Pilar Bayod -Doña Adelina Enguita Barrachina, natural de Villalba la Alta provincia de Teruel, y vivía en la escuela con sus tres hijos. Tenía la cocina y su habitación casi en la clase de las niñas-. Entre los niños y las niñas no había ningún tipo de actividad en común, ni siquiera compartían el recreo. Pero tanto unos como otros recuerdan los días fríos de invierno, en los que cada niño o niña tenía que llevar al cole su trozo de leña para una estufa, que ellos mismos tenían que encender.

Todos recuerdan los castigos de los maestros, y parece que en la escuela de Belmonte era habitual que te pegaran con una palmeta en la mano, o te metieran en el “cuarto de los ratones”. Un día que la maestra le iba a pegar a Tremedal con la palmeta, esta apartó sus manos en el último momento, consiguiendo de este modo que la maestra comprobara en sus propias carnes lo que imponía a sus alumnas, y como es natural a la maestra no le hizo gracia.

José Miguel Castellnou y Miguel Gimerá recuerdan las redacciones y cuentas que cada día tenían que hacer en la escuela, así como la lectura diaria de un capítulo del Quijote. Ellos y la mayoría de sus compañeros estuvieron en la escuela hasta los 14 años y después se dedicaron a trabajar en sus campos. Tremedal tuvo que abandonar la escuela a los ocho años, Trinidad Bayod tras terminar la enseñanza básica a los 14 años se fue a estudiar a un colegio privado durante dos años a Teruel y Pilar Bayod Girald salió a los 16 años de la escuela y se fue a coser a casa de Nieves Marqués Vilanova. Recuerdan que el absentismo escolar era frecuente porque las labores del hogar requerían de las manos de las hijas sobre todo (ir al horno a amasar, ir a lavar…), y por eso cuando venían las autoridades a examinar a las niñas la maestra sacaba a las más listas a la pizarra. A pesar de no tener videojuegos y de que en su colegio no organizaran viajes de fin de curso, todos recuerdan con mucho cariño sus años escolares, sus compañeros, las exposiciones de labores, ect. En primavera plantaban un árbol en el “Basot” y venían las autoridades, incluso les regalaban un bocadillo de chorizo o salchichón y una naranja. Solían jugar a la comba por las calles y al escondite por todo el pueblo, entrando en todas las casas que estuvieran abiertas; es curioso que muchos de sus compañeros, hoy nietos de la generación que nos cuenta sus recuerdos, también se divirtieran jugando al escondite y a “polis y cacos” por todo el pueblo hasta que se encendían las farolas y los esperaban en casa sus padres. En los años 30, cuando ya los niños se volvían mozos y mozas iban a bailar a casa de las chicas, siempre en compañía de sus madres, y organizaban bailes en los salones los domingos al son de las bandurrias.

El 18 de julio de 1936 comienza la guerra civil española con el alzamiento militar del general Franco. Durante este periodo todos conocemos los sucesos de la tragedia que supone para un país estar dividido, luchar entre hermanos, entre paisanos y entre vecinos; la muerte y la destrucción. No he podido hablar con nadie que asistiera a la escuela durante este período, pero los que se fueron antes como José Miguel Castellnou– Yo salí de la escuela el 6 de diciembre de 1935-, recuerdan que las clases continuaban con normalidad, menos los días que los belmontinos huían hacia las cuevas. Estas escapadas hacia el campo en busca de refugio duraban incluso semanas…

Los años de la Dictadura del General Franco (1936-75) se centraron en la creación de un sistema educativo católico y patriótico. El Estado dejó en manos de la Iglesia el control ideológico de las escuelas y el derecho a inspeccionar la enseñanza en todos los centros docentes. Será en el año 1970 cuando con la Ley General de Educación se ponga en marcha, para reformar el sistema educativo creando lo que hoy conocemos por preescolar, educación general básica, enseñanzas medias y enseñanzas universitarias. Alumnos de la post-guerra son Conchita Martín Celma y Antonio Mompel Zabala. Recuerdan la mantequilla y la leche americana – Cada día uno tenía que calentar la leche en su casa y llevarla al cole. Y cada uno tenía que llevar su trozo de leña-, recuerda Antonio Mompel. Solían llevar su plumier de madera con sus lápices y colores, asistir a la bajada de bandera y sentarse en sus bancos para que el maestro Don Faustino comenzara la lección. Antonio Mompel reconoce que muy pocos querían ir al colegio y que Don Faustino era verdaderamente paciente, pero lo que más recuerda de la escuela era la familiaridad y el compañerismo que existía entre los alumnos. Para él es un orgullo haber conseguido mantener la amistad que por aquel entonces les caracterizaba, pero sobre todo les enorgullece el hecho de que sus hijos hayan tomado su relevo.

Sobre el año 55 hizo las prácticas de magisterio en la escuela de Belmonte Victoria Villalba Pellisa, natural de Maella pero de abuela belmontina. Por aquel entonces la maestra era Doña Dolores, y algunas niñas todavía hoy recuerdan a esta chica de 25 años que solía llevarlas a hacer Gimnasia y a cantar. Victoria recuerda gratamente su estancia en el pueblo. Había cerca de 25 niñas en la clase, dividida por secciones según las edades. Cada día se impartía una lección, lectura y dictado. Los ejercicios solían hacerse en grupos y las mayores ayudaban a las pequeñas.. Salí entusiasmada con la disciplina y el carácter de las belmontinas, dóciles, trabajadoras y con sus cuadernos muy limpios. Una de las cosas que me sorprendió del pueblo, es que las cabras fueran solicas a su casa-, estos son parte de los recuerdos de Victoria Villalba en nuestro pueblo.

Conchita Martín Celma recuerda algunas de sus compañeras; Pili, Aurelia, Carmen, Pepita, Mº Josefa, Victoria, Florita, Enriqueta, María José, Paquita, Julia, María Elena, Vicenta, Lola… Conchita entró con 5 años en la escuela y salió a los 16. Recuerda con un cariño verdaderamente especial los años que pasó en la escuela – Por la mañana había lecciones y por las tardes hacíamos labores. Doña Dolores nos enseñaba muchas cosas y la tía Manuela siempre tenía que avisarla de que era la una o la una y media y teníamos que ir a comer– Rezaban y cosían todos los días. El material con el que contaban era escaso y si hacía falta pegamento hacían “pastetas” con harina y agua o se iban a buscar resina. La leche de los americanos la calentaban con agua, y recuerda que alguna vez organizaron algún teatrillo para los padres. En los años 50 tenían el mismo horario escolar que en los años 20, y también había clase los sábados y fiesta los jueves. Las clases no eran mixtas, y la disposición de las aulas también era la misma que en los años 20: arriba las niñas con Doña Dolores, y abajo los niños con Don Faustino.

En 1976 el Rey don Juan Carlos I nombra a Adolfo Suárez presidente del gobierno y en el 78 se aprobó la que hoy es nuestra Constitución, marcando en su artículo 27 los principios generales de toda la legislación en materia educativa. Por estas fechas Ana Mari Pérez Vidal y Gloria Ana Cros Martín asistían a la escuela unitaria de Belmonte, pero mixta. Este dato es muy curioso porque durante la Dictadura la coeducación estaba terminante prohibida, pero al ser Belmonte un pequeño pueblo y contar con escasos recursos, debieron juntar los sexos en los años 60-70. A la clase de Ana Mari y Gloria también asistían: Isabel Antolin, Miguel Angel de Miguel, Rosa Mari Boix,Fernando Faci, Mº Carmen Angosto, Jesús Esteban, José Luis Boix, José Antonio Guardiola, Andresa, José Manuel Angosto, Mº José Rebullida, Jaime Jarque, José Manuel Rey, José Javier de Miguel, Raquel Faci, María Irene Gascón. La clase era muy grande y los bancos eran de dos. La escuela pasó definitivamente al piso de arriba hasta convertirse en lo que hoy conocemos como el Hostal de la vila. Ana Mari recuerda que su maestra se llamaba María Isabel González, y que tenía dos hijos que también venían al colegio. El recreo ya no se hacía en la terraza del edificio sino que salían a la placeta del bar, y la gimnasia ya formaba parte del repertorio de asignaturas que tenían; se iban al campo de fútbol y jugaban chicos contra chicas. Gloria Cros recuerda que a veces la maestra también tenía que jugar porque no eran suficientes, y también recuerda que algún compañero cazara alguna rata y se la colocara a la maestra sobre su mesa. Las mujeres de esta quinta recuerdan rezar todos los días, y labores por las tardes, en cambio los chicos no rezaban, ni bordaban…

Durante la década de los 80 la escuela empezó a tener cada vez menos alumnos, y continuaba siendo unitaria mixta. Sara Bosque Boix, Javier Angosto Martín y Daniel Guardiola Ruiz recuerdan algunos de sus compañeros: Marcos, Miguel Angel, María Teresa, Juan Carlos Guardiola, Enrique Cros, Camilo Rebullida, María Pilar Angosto, Alfredo Guardiola, Luis Boix, Irene, José Manuel Angosto, Elena Bosque… En la clase contaban con viejos mapas y vetustas escuadras. Adornaban las paredes con sus dibujos, y tenían plastilina, que solían utilizar para embadurnar la pared si les castigaban…Entraban en la escuela con 3 o 4 años, hasta los 16. Las mujeres ya no tenían que bordar, se impartían las mismas asignaturas y actividades para ambos sexos. Javier Angosto recuerda que – Cuando entré en la escuela la clase era muy primitiva pero fue evolucionando. Al principio era toda la planta de arriba del bar y al ir mermando el alumnado utilizaron parte de la planta para la vivienda del maestro, y fueron reduciendo el espacio a lo que hoy es el comedor actual del Hostal-. Para los alumnos de esta quinta es difícil recordar algún maestro ya que hubo un año que pasaron hasta 7 docentes por el centro, y prácticamente cada año tenían uno nuevo.

Las actividades extraescolares ya eran algo normalizado; hacían excursiones al pueblo íbero, también iban a encuentros con las escuelas de otros pueblos, realizaban expediciones en busca de fósiles, jugaban al “alto muerto”, en Navidades hacían obras de teatro pero quizá lo que todos recuerden con más entusiasmo sea el CRIET (Centro Rural de Innovación Educativa de Teruel). Para Daniel Guardiola, lo más divertido era el CRIET en Alcorisa. Ibamos cada tres meses, quince días. De 6º a 8º iban los niños de todos los pueblos. Hacíamos muchos amigos y nos lo pasábamos muy bien, hoy todavía conservamos la amistad. Eran una especie de colonias en las que hacíamos cosas que no podíamos hacer en la escuela, ¡en Naturaleza un día abrimos un corazón! Nos enseñaban a utilizar el ordenador y teníamos todo tipo de deportes-. Sara Bosque también guarda un buen recuerdo del CRIET porque allí podían hacer todo lo que no podían hacer en su escuela – Era muy divertido porque dormíamos todos juntos en unas literas, conocías a niños de otros pueblos, salías por la noche, teníamos laboratorios, deportes, laboratorios de lenguaje… y allí no había exámenes, aprendíamos jugando.-

Para Javi Angosto, – el método de estudio de las escuelas unitarias fomenta la participación y el trabajo en equipo. Las diferencias de edades no suponían ningún problema, incluso los mayores ayudaban con sus tareas a los pequeños.- Y por supuesto no faltaban las travesuras, un pajarito me contó que un día Enrique y Jesús Alberto le pusieron una serpiente muerta en el cajón a la maestra. Hay cosas que son intergeneracionales.

Antonio Mompel recuerda cómo se divertían en las eras jugando con arcos y flechas, recorriendo bodegas, y jugando al fútbol primero en las eras, y después cuando el cura Bautista hizo el campo, al lado del cementerio. Nosotros ya no tenemos que ponernos ajo en las manos para que nos duelan menos los golpes de los maestros, pero continuamos jugando en el campo de fútbol del cementerio, y ahora también en el del polideportivo, continuamos haciendo ruta de peñas o de bodegas, disfrutamos de la libertad que ofrecen los campos para una adolescencia rural, y sobre todo gozamos de un cálido entorno familiar limitado por los confines de nuestro municipio belmontino. Varias generaciones hemos compartido los juegos en el Arrabal, las cabañas, las merendolas en la “Font d’encases”, etc. La perspectiva que ofrecen sus relatos nos ha permitido entender cómo era la escuela de Belmonte desde principios de siglo hasta su desaparición. Es curioso que todos coincidan en caracterizar los años escolares de Belmonte como algo muy familiar.

Ante todo quiero agradecer enormemente a todos los entrevistados su atención y disponibilidad, así como su cooperación ante mis preguntas y la cordialidad y cariño con el que me han tratado a mi, y a sus recuerdos de la infancia. Porque la infancia es un bien preciado con fecha de caducidad, son unos años irrecuperables en los que un entorno familiar y formativo como el que suponía la escuela de nuestro pueblo nos ayudaba a crecer y hacernos mejores personas. Está en nuestras manos llevar a cabo una frase de mi padre que me gusta mucho, y que puede orientarnos en este aspecto:

Si en el siglo XX se consiguió que cada pueblo tuviera una escuela, en el siglo XXI hace falta que cada pueblo sea una escuela, cada calle una clase, cada casa un taller de civismo y cada ciudadano un maestro.

Teresa López Pellisa

 


El pou del pas d’en Soro

febrero 16, 2008

Una de las actividades que llevamos a cabo este invierno fue el arreglo de la bóveda que cubre el “Pou del pas d’en Soro”, ya que las últimas lluvias debilitaron la estructura y varias piedras cedieron y cayeron dentro del pozo. Una vez restaurada con la ayuda de un par de puntales, aprovechamos para limpiar las escaleras de acceso y los alrededores.

 


Sol solet

febrero 16, 2008

Amelia Tafalla

Algunos podéis pensar que las multinacionales se están poniendo las botas con el negocio del sol: venta de cremas protectoras, gafas de sol, gorras, etcétera. Tanto rollo sobre sus efector perjudiciales hace que parezca que todo es un montaje. ¿Por qué antes no pasaba nada y ahora sí? Eso daría para hablar largo y tendido.

El elevado número de consultas ambulatorias a causa de quemaduras y el aumento de cáncer cutáneo lleva a pensar que está vez tienen razón, aunque sabemos que son parte interesada, hay que reconocer que con toda la propaganda consiguen disminuir el problema.

A todos nos gusta estar guapetones y la verdad es que un poco de color sienta muy bien, pero el sol quema, hace que la piel envejezca rápidamente, y es importante tomar medidas. Desterremos un poco la gran aceptación social del bronceado, a cambio de más salud y tranquilidad.

Ahí van unos consejos que seguro que habréis leído, espero aportar la información adecuada para que os sea de utilidad:

– no exponerse al sol entre las 12 y las 16 horas, ya que hay mayor riesgo de sufrir quemaduras,

– cuando pique mucho el sol utilizar ropas, gorras, y procurar estar en la sombra,

– utilizar crema protectora factor 15 o superior para los rayos UVB y UVA, media hora antes de exponernos al sol, y aplicarla cada 2-3 horas,

– usar gafar de sol, que previenen de cataratas,

– protegernos también los días nublados,

– no exponer a los menores de 3 años y procurar que beban regularmente,

– pasar de las cabinas de rayos UVA,

– no beber demasiadas cañas, mejor agua y zumos de fruta.

 

 


La fiesta siempre sale bien

diciembre 23, 2007

 

Viernes, el día del pregón

Víspera que se precie tiene que ser jornada de trabajo, como si no fuera a pasar nada, y al final del día un tradicional pregón que acaba con una celebración/juerga, preludio del “todo vale, son festes” de los días que vendrán. Y hay una emoción especial en el ambiente, mezcla de expectación y ganas de divertirse.

El trabajo de ese día para Encarna Bosque, Conchita Martín y yo mismo consistió en ultimar la exposición sobre la escuela que preparamos con ayuda de muchos belmontinos, y la emoción eran nervios y dudas por si saldría bien, si gustaría o no al personal.

Para emoción la que sin duda sentía esa noche Juan Antonio Pérez Navarro, que tenía el honor de ser el pregonero de las fiestas 2003. Juan Antonio habló del Belmonte de su niñez, -es curioso el completo retrato del Belmonte de la segunda mitad del siglo XX que se obtendría recopilando todos los pregones de fiestas de los últimos 10 años-. La emigración desde otro punto de vista, desde la ciudad adonde arribaban muchos de sus amigos de Belmonte; y el pueblo visto con ojos que reconocen la dureza de las labores con las que había que ganarse el sustento. La perdida de contacto con sus amigos y el reencuentro con ellos en la ciudad, unas amistades que continúan hasta hoy.

Hizo después una observación que quizá rozara lo increible para la gente más joven: doce horas de trayecto separaban Belmonte de Barcelona en los años 50. Luego, al compararlas con las tres horas actuales que cuesta el mismo trayecto, dibujó una optimista mirada -yo así lo sentí- al futuro del “pueblo más bello, con diferencia, del valle del Mezquín”. Comunicaciones: mejorar la carretera Alcañiz-Aguaviva, rótulos explicativos de enclaves y carreteras, líneas de telefonía; asociación con entidades con experiencia turística del Maestrazgo y el Matarraña, guías turísticas, internet; apoyo a pequeñas iniciativas empresariales y a las que ya existen. Juan Antonio terminó su intervención apelando a la unión para recorrer mejor este camino, con unos versos de Machado:

Tu verdad no; la verdad

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

Luego en la juerga, tomando unas cervezas, hablé con él, le dije que me habían gustado sus palabras y que firmaba todas esas propuestas incluida la del poeta, pero que la realidad actual a veces es descorazonadora:

Juan Antonio, son las dos y media de la mañana y todavía no han salido voluntarios para sacar cabezudos mañana a las doce. ¿Si no sale lo pequeño, como va a salir lo grande?

Pero el caso es que al final salió: al día siguiente hubo cabezudos a la hora prevista y lo hicieron muy bien.

Mariscal

Sábado, hasta las albadas del domingo.

Sábado de fiestas, probablemente, el día más concurrido de las celebraciones patronales en Belmonte. Desde las campanadas y los madrugadores cabezudos hasta las albadas, todos los belmontinos viven una jornada de órdago.

Este año, bajo un sofocante calor, las campanadas y los cohetes dieron paso a los tradicionales cabezudos que, como siempre, entretuvieron a los más pequeños del pueblo y a algún que otro adulto…

El bar, como todos los días de fiesta y como todos los días del año, se convirtió en lugar de peregrinación durante las horas previas a la comida familiar. Allí los belmontinos se reunieron para charlar de todo un poco, aunque, como siempre, algunos faltaron a la cita porque sus sábanas le impidieron levantarse a tiempo…

Por la tarde, la piscina municipal acogió a todo aquel que quiso sumergirse en el agua con un “equipo autónomo de respiración” (esto suena muy moderno), gracias a la presencia de especialistas del cuerpo de buceadores del ejército. Quienes lo probaron aseguran que merece la pena vivir esa sensación de poder respirar tranquilamente bajo el agua.

Quizás el acto más esperado del sábado de festejos fue el concierto de música clásica del cuarteto Elegía, que se celebró por la noche en la Iglesia. La gran actuación que ofreció este grupo el año anterior era un inmejorable aval para que los belmontinos acudieran a la Iglesia para disfrutar del concierto. Y lo cierto es que Elegía, de nuevo, ofreció un concierto soberbio que hizo disfrutar a los presentes. Ni el calor que tuvieron que soportar los asistentes logró empañar un acto cuya presencia en las fiestas de Belmonte es un acierto total.

No se puede pasar por alto la entrega del Premio Mirador del Bajo Aragón que, en su cuarta edición, fue otorgado a D. Benjamín Blasco Segura, presidente del Tribunal Supremo de Justicia de Aragón. El acto de entrega del premio se celebró en el descanso del concierto de Elegía.

Por la noche, la música del polideportivo puso el punto y seguido al sábado de festejos, siempre a la espera de la salida del sol para disfrutar de las Albadas. Este año nos visitó el grupo Flash Union. No estuvo nada mal.

Recuperar las albadas.

La noche del sábado, como es tradicional, concluyó con las albadas. Fueron divertidas como siempre pero es preocupante que cada año sean menos las personas que aguantan toda la noche para llegar hasta ellas, recorrer las calles del pueblo y acabar almorzando en alguna peña. Es una lástima que esto ocurra, pero esperemos que sólo sea un síntoma pasajero y el próximo año las albadas se conviertan de nuevo en el momento cumbre de las noches de fiestas. No puede decaer!!! No quiero finalizar estas líneas sin destacar la exposición “La Escuela de Belmonte”, en la que, a través de fotos antiguas y otras más recientes, pudimos disfrutar al poder ver a nuestros abuelos, padres, hijos y nietos en su etapa escolar. Igualmente, todo el material escolar de diferentes épocas de la escuela que se exponía era realmente magnífico. Otro acierto de estas fiestas patronales.

Alejandro Pérez

Domingo de pan bendito

Las fiestas de Belmonte son una cita obligada para todas las personas que vivimos lejos de Belmonte y que nos consideramos “belmontinas”. Tenemos una larga vivencia en este sentido, son todos los años de infancia, de adolescencia, de juventud… y es por tanto de lo más natural, como es el comer y el respirar, estar en las fiesta; en nuestras fiestas.

Estamos como cada año en las fiestas y como cada año no podemos prescindir de ningún acto, de ninguna actividad, todas son obligadas, todas son importantes, y es un placer asistir a todas ellas. Quizá para mi el día más significativo es el domingo por celebrarse la festividad de San Cosme y San Damián. Por la mañana temprano nos despiertan las “Albadas”, aunque algunos y algunas sigamos durmiendo un ratito más, es demasiado temprano para andar por la casa, porque en fiestas no hacemos nada en la casa, todo está preparado, reluciente, ordenado, como no sea la comida que siempre es algo “especial”.

Vencida ya esa pereza inicial, nos arreglamos para asistir a misa, cantada como es ya una tradición por el coro que cada año nos deleita con la misa de “Ravanelo”, seguida por la procesión y por el reparto del “Pan Bendito”, que para dar más solemnidad y siguiendo también la tradición, lo realizan la reina y damas de las fiestas, niños y niñas vestidos con el traje típico de nuestra tierra; creo que esta costumbre no debería perderse.

Después de la misa, es obligado ir al bar, pero no por mucho tiempo, ya que hay que organizar la comida de fiesta, pero no sin antes haber tomado el vermout.

Nos organizamos de nuevo para poder asistir a la actuación folclórica “Aires del Matarraña”, que como cada año viene siendo habitual, y que no puede faltar. Es un acto que nos levanta el ánimo y que sirve para que la gente joven y la más menuda vayan interiorizando la música, el brío y en definitiva las raíces de nuestra cultura.

Todavía antes de la cena, hemos podido asistir a la exposición en la Casa de Cultura de “La Escuela de Belmonte”, tenemos que felicitar a los organizadores por la idea, el buen gusto, la recopilación de los materiales…¡enhorabuena!, no sé con que nos van a poder sorprender el año próximo.

Y ya de madrugada, la orquesta Fussión, puso el toque final del día, la orquesta nos sorprendió a todos por su enorme volumen, sonido, luz, cantantes…..En el polideportivo se estaba estupendamente, el ambiente era bueno, había sillas para las personas más mayores, barra…, pero la plaza del ayuntamiento le da otro marco, como más íntimo y a la vez más solemne.

A las 3 de la madrugada damos por finalizado el día con gran satisfacción por que todos los actos nos han gustado, hemos estado muy a gusto con nuestra familia, amigos, vecinos…y lo hemos pasado muy bien. Vamos a descansar porque hay que iniciar el nuevo día con un horario parecido y actividades similares que no nos queremos perder, porque la valoración del día que ha terminado ha sido de Excelete.

María Paz Pellisa Amposta

El lunes, también día de fiesta

Como todos los meses de Agosto,

al llegar el lunes de fiesta mayor,

nos pondremos la muda bien limpia,

y comenzará la representación.

Como todos los lunes de Agosto, parece que lunes se relaciona automáticamente a día de trabajo, pero en verano y sobre todo cuando tenemos vacaciones esto significa: voy a pasar el día en mi peña, recordando anécdotas e historias de mi familia, amigos… Especialmente recordamos días de fiestas pasadas, o de veranos que nos recuerdan una infancia muy traviesa y llena de la libertad que sólo un pueblo como Belmonte podía ilustrar.

Como todos los lunes de Agosto, el día se abre con la tradicional misa dedicada a S. José, con el coro que interpreta el Angelis acompañado por el armonium que toca Pablo. Este día también se reparte pan bendito por parte de la Reina y Damas de fiestas, así como todos aquellos que se presten a ello. Personalmente, creo que sería muy bonito conservar la tradición del traje regional para este tipo de actos en fiestas. Después tenemos cabezudos (hay que agradecerles a los voluntarios su colaboración) para entretener a nuestros menudos, que cada vez son más!!, y nos alegran las calles, los disfraces, y la vida!

Como en todas las fiestas del pueblo, pudimos disfrutar de actividades culturales como el Recital y este año de Zarzuela aragonesa y música de Aragón a cargo de la Asociación Cultural de Calatorao, con el tenor Alfredo Longares y el grupo “Alegría”. Como en el resto de días de fiestas pudimos disfrutar de la exposición “La Escuela de Belmonte”, organizada por la Asociación Amigos del Mezquín. Creo que ha sido una iniciativa muy acertada, que ha suscitado el interés de todas las generaciones, ya que la recopilación de material y fotografías para unos trajo una serie de maravillosos recuerdos, a la vez que otros pudieron entablar contacto con una parte muy importante de nuestro pasado y de nuestra cultura.

Como en todos los concursos de Agosto, es muy importante la participación. Me gustaría pensar que a pesar de los pocos disfraces para mayores que desfilaron por la plaza este año, las peñas no han perdido la ilusión en esta actividad. Aunque también es cierto, que el día del concurso es muy decisivo, ya que para la gente que no tiene vacaciones les es muy difícil participar un lunes. Pero nuestro pueblo es grande, e ilustre!!, lo han visitado todo tipo de seres extraordinarios; vampiros a media noche, sirenitas en busca de marineritos, trogloditas que por primera vez salieron de sus cuevas pero que no hemos vuelto a ver, encuentros en la tercera fase con extraterrestres, obispos que vinieron a bendecirnos, gitanos con cabras, bomberos (y menos mal, porque en fiestas siempre hay que apagar algún fuego….), mariachis con sus rancheras, tabaco que pesar de las advertencias de las autoridades sanitarias triunfó con su visita , toreros en busca de vaquillas, moscardones ( aunque no todos necesitan disfraz…), mariquitas y dragones, romanos que no lograron colonizar nuestro pueblo, estatuas de la libertad que mostraban nuestros valores, jugadores de rugby ( a ver si estos les ganan a los de La Torre….), incluso fuimos visitados por una comitiva de Miss Universo que dio un toque glamuroso a las fiestas de aquel año. Más personajes visitaron nuestro municipio, pero este año, los triunfadores de la noche fueron los vampiros, con ataúd incluido; queremos felicitar desde aquí a la peña de Alfredo, Jesús Alberto, Susana, José Manuel, Enrique, Miriam, Javier Rey… Otra parte muy importante de los disfraces, y probablemente las más entrañable del concurso es la protagonizada por los “chiquets de la vila”. En esta parte del certamen las peñas participantes son aquellas integradas por el “menut” en cuestión y sus padres. Este año debemos felicitar a la romana Jessica.

Teresa López Pellisa


El último día de fiestas, corto y nostálgico.

Por la mañana, todavía dura la resaca de los días anteriores y por lo general hasta las cuatro de la tarde los juerguistas no aparecen. Aún así no podríamos decir que nuestro pueblo estuviese muerto, ya que esa mañana rejuveneció gracias a la diversión de los jóvenes de Belmonte que disfrutaron de momentos de alegría en el mítico parque infantil. Este verano el parque infantil estaba compuesto por tan sólo colchonetas, y digo tan sólo ya que hay gente que ha echado de menos los karts y los otros tipo de atracciones de feria, lo que quiere decir es que era muy monótono; aún así la diversión estuvo asegurada.

Ya por la tarde tuvieron lugar, en nuestro pueblo, diversos acontecimientos, de los cuales algunos forman parte de la tradición belmontina, éstos caracterizan desde hace años nuestro fin de fiestas.

Los más jóvenes no se podrán quejar este año ya que la Asociación Cultural, se ha acordado de ellos haciéndoles participar, en un teatro infantil, que tuvo mucho éxito, tanto en público como en participantes.

Tras este acto vino la tan esperada chocolatada para nuestros mayores. Lo más gracioso de este acto es sin duda, su nombre: “Chocolatada para nuestros mayores”, si no me equivoco muchos de “nuestros mayores” NO pueden tomar azúcar, así que como no, al mejor manera de rendirles homenaje es sin duda alguna, ofreciéndoles un producto cargado de azúcares rápidos. Yo propongo, cambiar o el nombre, o el acto, en otros lugares, he visto que se realizaba algo parecido a nuestra chocolatada lo único que en vez de chocolate te daban un bocadillo de butifarra.

En cuanto a la cena, como todos los años, fue la despedida familiar, la despedida de los belmontinos, que no se verán algunos, hasta Semana Santa.

En cuanto a la disco-móvil. Pues… una disco-móvil. Aunque se prefiere una orquesta, también hay que decir que la lonja de Belmonte fue una escena de la última borrachera de fiestas, así como de las despedidas y disoluciones temporales de los grupos de amigos y peñas, que no se volverán a encontrar hasta el año que viene.

Espero así que mi narración del último día de fiestas no los haya aburrido demasiado y espero verlos a todos el año que viene en las fiestas del 2004.

Albert Roger Figuerola.