Los antiguos, carrozas o fósiles, los belmontinos que en el asunto de cumplir años estamos servidos, porque tenemos “mazo” , como oía no tan recientemente articular al envidiable sector juvenil; nosotros que ya tenemos historia porque perdimos la juventud, apreciamos en perspectiva los cambios sociológicos de Belmonte y constatamos cómo nuestro pueblo despoblado, que lo despoblamos por imperativos varios pero siempre relativos a la materia amén de raras excepciones forzadas por usos políticos del momento.
Belmonte se repuebla de forma sutil, lenta y ciertamente armónica. No han venido mineros a sustituir los Honorios (y más), porque las minas fueron cerradas. No han venido nuevos labradores relevando cejudos Gregorios (y más), porque el campo cuya labor no puede mecanizarse no rinde, y donde entran máquinas no se necesitan muchos brazos para hacer el producto mínimamente jugoso.
Pero vienen de otras Tierras, en cuenta – gotas, muy tranquilamente, ilusionados, como deben hacerse las cosas bien hechas; como vinieron los brigadistas en defensa de la República. Así se repuebla Belmonte. Y han arraigado constructores, albañiles, masones (que todo es lo mismo) porque Belmonte no quiere caerse y debido a su esfuerzo lo consigue; calladamente también lo agradece.
Belmonte ha sido elegido por otros como “Reposo del Guerrero” al finalizar su vida laboral en la gran urbe; inteligentes y experimentados trabajadores que fueron, se han afincado en nuestro pueblo para reposar, y aportan sus conocimientos y experiencias que serán útiles a quien necesitando, sepa oírlos. Algunos de estos ocupan parte de su tiempo cultivando su inquietud artística y realizan maravillas.
Reconociendo lo anterior como hecho incontrovertible, que si no reúne en Belmonte la población de otrora, esta manteniendo su existencia, su vida propia. No es mi intención profundizar en el asunto sino rendir un público homenaje a las gentes venidas de fuera que ya son belmontinos y muy responsables de la revitalización del pueblo.
Pero sería difícil de plasmar personalmente a todos ellos por lo que he ideado una estrategia buscando la síntesis. Carmen y Ramón resumen en sus personas al belmontino recién llegado que además del necesario esfuerzo en la rutinaria actividad, añaden su capacidad creativa cumpliendo con holgura una exigencia ancestral entre los humanos, recogida fielmente en algún pasaje del imperativo religioso; nos dan de comer y beber a los hambrientos y sedientos, nos deleitan sus manjares y brebajes. Como acertadamente comentamos, son además una imagen belmontina, tarjeta de presentación para cualquier visitante. Su hija ya chapurrea en la calle, pero a ellos les habla castellano, como me ocurría a mi.
Alguna noche de verano, cuando me retiro hacia casa, desde el silencio musical de grillos y lechuzas oigo las viejas piedras susurrando agradecimiento a los nuevos pobladores de Belmonte. Y yo, y mi generación, los que nos fuimos, dejando allí parte de nosotros, hacemos eco y decimos: SED BIENVENIDOS, GRACIAS.
Juan José Belvis Mompel
Otoño (Vendimario) 2004