Bienvenidos

febrero 16, 2008

 

Los antiguos, carrozas o fósiles, los belmontinos que en el asunto de cumplir años estamos servidos, porque tenemos “mazo” , como oía no tan recientemente articular al envidiable sector juvenil; nosotros que ya tenemos historia porque perdimos la juventud, apreciamos en perspectiva los cambios sociológicos de Belmonte y constatamos cómo nuestro pueblo despoblado, que lo despoblamos por imperativos varios pero siempre relativos a la materia amén de raras excepciones forzadas por usos políticos del momento.

 

Belmonte se repuebla de forma sutil, lenta y ciertamente armónica. No han venido mineros a sustituir los Honorios (y más), porque las minas fueron cerradas. No han venido nuevos labradores relevando cejudos Gregorios (y más), porque el campo cuya labor no puede mecanizarse no rinde, y donde entran máquinas no se necesitan muchos brazos para hacer el producto mínimamente jugoso.


Pero vienen de otras Tierras, en cuenta – gotas, muy tranquilamente, ilusionados, como deben hacerse las cosas bien hechas; como vinieron los brigadistas en defensa de la República. Así se repuebla Belmonte. Y han arraigado constructores, albañiles, masones (que todo es lo mismo) porque Belmonte no quiere caerse y debido a su esfuerzo lo consigue; calladamente también lo agradece.


Belmonte ha sido elegido por otros como “Reposo del Guerrero” al finalizar su vida laboral en la gran urbe; inteligentes y experimentados trabajadores que fueron, se han afincado en nuestro pueblo para reposar, y aportan sus conocimientos y experiencias que serán útiles a quien necesitando, sepa oírlos. Algunos de estos ocupan parte de su tiempo cultivando su inquietud artística y realizan maravillas.

Reconociendo lo anterior como hecho incontrovertible, que si no reúne en Belmonte la población de otrora, esta manteniendo su existencia, su vida propia. No es mi intención profundizar en el asunto sino rendir un público homenaje a las gentes venidas de fuera que ya son belmontinos y muy responsables de la revitalización del pueblo.

Pero sería difícil de plasmar personalmente a todos ellos por lo que he ideado una estrategia buscando la síntesis. Carmen y Ramón resumen en sus personas al belmontino recién llegado que además del necesario esfuerzo en la rutinaria actividad, añaden su capacidad creativa cumpliendo con holgura una exigencia ancestral entre los humanos, recogida fielmente en algún pasaje del imperativo religioso; nos dan de comer y beber a los hambrientos y sedientos, nos deleitan sus manjares y brebajes. Como acertadamente comentamos, son además una imagen belmontina, tarjeta de presentación para cualquier visitante. Su hija ya chapurrea en la calle, pero a ellos les habla castellano, como me ocurría a mi.


Alguna noche de verano, cuando me retiro hacia casa, desde el silencio musical de grillos y lechuzas oigo las viejas piedras susurrando agradecimiento a los nuevos pobladores de Belmonte. Y yo, y mi generación, los que nos fuimos, dejando allí parte de nosotros, hacemos eco y decimos: SED BIENVENIDOS, GRACIAS.


Juan José Belvis Mompel


Otoño (Vendimario) 2004


La nevera

diciembre 26, 2007

Quizá una de las cosas más populares y a la vez más desconocidas de nuestro pueblo sea la nevera.

La nevera es un pozo cilíndrico de unos 10 metros de diámetro y toda de piedra, con dos impresionantes arcadas de sillería que sobresalen de su estructura y se cruzan en un mismo punto. El techo es abovedado y enlucido con una mezcla de arena y cal. En cuanto a su profundidad, es imposible saberla debido a la gran cantidad de desechos que a lo largo de los años se han tirado en ella. Tiene tres entradas; una, por la parte de arriba actualmente taponada por basura, con una gran losa que servía para taparla. Otra también por arriba pero más ladeada, que se hizo hace unos pocos años quitando unas piedras, para así continuar tirando basura cuando la principal estaba taponada. Finalmente otra que se encuentra en el fondo, por donde que debía acceder originariamente, tiene una entrada por el pajar de los Angosto y va a dar a la nevera recorriendo un pequeño túnel; ésta se encuentra tabicada.

Una de sus curiosidades es que en el techo aparecen colgadas, sin tejer tela, gran cantidad de unas arañas de color negro brillante, de un considerable tamaño, que no habíamos visto antes en ningún otro sitio.

De su utilización primera ni siguiera los más viejos del pueblo la recuerdan, han oído decir que se empleaba para llenarla de nieve y hielo, que se mantenía todo el año, para paliar el dolor de algunos enfermos mediante el contacto con el frío. Pero sí recuerdan ya desde niños su empleo como vertedero de toda clase de basuras y animales muertos: burros, ovejas, gallinas … incluso en ocasiones se arrojó algún perro vivo.

Durante la Guerra Civil y algunos años después se empleó para tirar bombas, balas, fusiles, y toda clase de material de guerra que se encontró por el término. Los zagales de la época se divertían haciendo estallar granadas de mano en su interior, y cuentan como retumbaba toda la era, lo cual nos puede dar una idea de su solidez.

En 1968, durante la instalación del agua corriente en el pueblo, toda la tierra que se sacó de las zanjas hechas para meter las tuberías se tiró en su interior, quizá para taponarla de una vez y evitar el peligro que representaba aquel pozo para los críos que jugaban en las eras. Pero cuando parecía estar llena, en poco tiempo volvía a aparecer el agujero insaciable, porque el escombro formaba una montaña hasta que tapaba la boca superior, pero poco a poco la cima se iba desplazando hacia los lados, dejando así la entrada al descubierto.

La basura de una buena parte del pueblo se ha ido echando desde siempre en su interior, hasta hace unos dos años, que se realiza la recogida por parte del Ayuntamiento.

Así llegamos a este momento, preguntándonos si sería viable su limpieza, por tener interés histórico o artístico, puesto que su fecha de construcción podría ser muy antigua.

Jaime Jarque Navarro

(Artículo escrito en 1990. La nevera de Belmonte fue magníficamente reconstruida pocos años después).